La rebeldía de Cholita
El cielo fue tan adolescente como nosotros tres ayer en el patio de Cholita . Irreverente de a ratos, al descubrir un celeste intenso con sol primaveral y, a los pocos minutos, otra vez la irrupción negruzca: la llovizna breve que parece despedirse para dejarnos jugar en el patio, pero que jugará con nosotros para medir hasta dónde llegará la pasión a lo largo del atardecer. Y apenas unos minutos después —ya está ingresando el público a la casa que se abre otra vez como un refugio—, en este domingo de segunda función que se obstinará como una rebeldía silenciosa, de esas que se aprietan mucho tiempo en el corazón como una venganza que no se sabe bien contra quién ni con qué objeto… o que se sabe demasiado bien. “Porque esto no lo vamos a olvidar”, dice Miguel, mientras yo paso el escurridor sin mucha fe de que no vuelva a cubrirse de agua el viejo embaldosado, y él trapea donde se acostará Cholita , que mientras tanto va tomando posesión de Andrea detrás de las celosías alta...





