Cinco veces ARNALDO CALVEYRA

 El rocío sobre esos rosales hasta bien entrada la mañana, terminarse fácil que tiene el sendero.

Todo lo que es línea. El sol en un trono. Tienes a los pájaros, el lugar de donde se volaron, el más breve incendio. De allí vuelvo, lugar vacío donde mis manos invitaron, dieron sombra.

¡Qué dormirse fácil tiene el verde, la rueda!

En alguna parte ya era no.




Abre, campanario. Gente mía, levanta.

Sol mi padre, luciérnaga mi madre, deambulen por el maíz, vayan por maíz.

Que se encienda el ocaso, levante la perdiz, levante y vayan,

Hazte campanario el aire.




No me dejes sin mi silencio, te pedí, no te lo lleves todo, que no me quede con el tuyo todo, solo.

Que cuando no me acabe de haber ido me posea mi silencio mudo.

Porque puedas oírme cuando no me acabe de haber ido.



Amaneció muerta la flamenca, la más triste, casi no bebía, ni pescaba, ni tejía. Se había puesto de acuerdo con el cielo: se perderían juntos en un vuelo.

Finarían juntos, cerrarían juntos, su pata sola sostenía dos tristezas.

Cielo ya monte, flamenca muerta, intensa, triste.




El aire nuevo.

Terminas el libro, sales a mirar el cielo.

Cielos errándose,

cielos vecinos, te tocan el brazo con un pétalo.

Terminaste de escribir el libro.


En "LIBRO DE LAS MARIPOSAS"

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